domingo, 28 de noviembre de 2010

El Teatro para la Vida. (Ensayo)

Hablar del teatro
y de la parte que más me gusta del teatro
como es su conexión con la vida,
es algo para lo que definitivamente
fui llamada y aquí estoy...
disfrutándolo y viviéndolo todos los días.
He comprendido, mejor que nunca,
que así como yo puedo analizar un personaje,
observarlo, conocerlo, sentirlo,
mirar todos sus lados,
encontrar su forma, su color, sus gestos,
su tono de voz, su manera de mirar
y de expresar lo que es...
Si yo puedo, como artista,
hacerme una con él
y prestarle mi esencia
y todo lo que soy para darle vida
y que se comunique
con un público extraño o no...
De la misma forma,
yo debo poder expresarme
y actuar a través de un personaje
que no pedí, para el cual no audicioné,
pero que el máximo director
de obras de la vida, vale decir, Dios,
me lo otorgó como el mejor de los regalos,
pero también como la mayor responsabilidad...
Este es el personaje que puede ser
tan extraño como especial, pero es real.
Así como un deportista
ejercita sus músculos y su cuerpo
para realizar bien su deporte
y ser muy bueno en él,
así mismo, un artista debe entrenar
sus emociones y sus sentimientos,
porque de allí nace su creación,
y si no crea, no tiene nada que comunicar.
Porque puede haber una sala de teatro,
puede existir el espacio de representación
o el escenario, el vestuario,
el maquillaje, la escenografía,
los elementos de utilería, la música
y hasta un texto escrito
para interpretar o seguir,
además de un público
con ganas de interactuar y aplaudir,
pero si tengo todo eso menos un actor,
un artista, con sus emociones
y sus sentimientos,
dispuesto sobre todo,
a representar ese personaje,
hasta que eso no ocurra, no tengo nada:
el escenario está vacío, no hay interacción,
no hay comunicación, no hay magia,
no hay arte, no hay vida...
Si yo traslado todo este contexto a la vida,
y es aquí donde viene su conexión con ella, 
pudiera decir que tengo una casa,
una familia, un carro, ropa
y hasta un perrito
que me mueva la colita...
pero si a todo ello yo no le imprimo
mis emociones y mis sentimientos,
si yo no me convierto
en el artista de mi vida,
si no quiero representar ese personaje
para el que fui llamado, ese personaje
por el que me van a pagar muy bien
en mi obra personal.
Si yo no me creo capaz de hacerlo,
entonces igualmente no hay interacción,
no hay comunicación no hay magia,
no hay arte, no hay vida.
Si yo puedo prestarle mis emociones,
mis sentimientos, además de mi cuerpo
a un personaje para construirlo y darle vida
y jugar con él a ser quien no soy,
igualmente puedo subirme
al escenario de mi vida
y abrir todos los días el telón
de mi única obra personal y eterna,
como quien abre sus ojos al mundo
cada mañana cuando sale el Sol
y salir a representar
el único personaje que se sabe,
sin ensayar parlamentos,
ese  personaje que no se audiciona,
sino que se gana por alguna razón...
Si yo puedo expresarme
a través de un personaje ficticio,
cuyos textos pude no haberlos escrito yo,
también puedo hacerlo
y expresarme conmigo que soy real
y además tengo la libertad maravillosa
de escribirme mis propias líneas,
de improvisar si es el caso
y de tener un estreno a sala llena
todos los días en el teatro de mi vida.

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